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Hamlet – William Shakespeare

Hamlet, el joven príncipe de Dinamarca, está de luto por la reciente muerte de su padre, y además avergonzado porque su madre se ha vuelto a casar apenas dos meses después de quedarse viuda. Cuando el fantasma de su padre se le aparece clamando venganza por su asesinato, se desencadena una apasionante trama de muertes e intrigas palaciegas.

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No puedo decir que sea una lectura fácil. 

La forma de expresarse de aquella época hoy en día a mucha gente le resulta densa y complicada. Pero no dejéis que eso os desanime. Hamlet es una obra de teatro llena de juegos de palabras y de momentos épicos.

Shakespeare era un maestro de la crítica, mordaz e ingenioso. Y esta obra lo demuestra. Os pongo algunos ejemplos:

«Él hace muy bien de recomendarse a sí mismo; porque si no, dudo mucho que nadie lo hiciese por él».

«¿Dos meses ha que murió, y todavía se acuerdan de él? De esa manera puede esperarse que la memoria de un gran hombre le sobreviva quizás medio año».

También encontramos discursos de crítica a las modas teatrales de la época:

«… hay aquí una cría de chiquillos, vencejos chillones, que, gritando en la declamación fuera de propósito, son por esto mismo palmoteados hasta el exceso. Esta es la diversión del día… muchos actores, atemorizados por la crítica de ciertas plumas de ganso…»

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En la obra hay varios monólogos en los que Hamlet reflexiona sobre la vida y su significado.

Algunas frases siguen perfectamente vigentes hoy en día:

«Morir es dormir… y tal vez soñar. He aquí el grande obstáculo. Porque al considerar qué sueños pueden desarrollarse en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, se siente un motivo harto poderoso para detenerse».

Hamlet es una obra inmensa, que supone un antes y un después en la literatura.

El protagonista es un personaje excepcional, psicológicamente complejo, inteligente, capaz de fingirse loco como estrategia para estudiar a sus enemigos. Y a la vez tan humano que tiene momentos de debilidad, en los que se deja llevar por la ira o incluso duda de sí mismo.

La utilización del metalenguaje es impresionante. Dentro de esta obra de teatro aparece una obra de teatro, que idea Hamlet para obligar a su tío a confesar sus crímenes. Shakespeare utiliza esta técnica de una forma brillante. Os aseguro que no es fácil integrar una historia dentro de otra historia. Y si no se escribe con destreza, el resultado puede destrozar una buena novela.

La intensidad de las emociones es por momentos abrumadora. Hay amor, hay deseo de venganza, ira, ambición, una guerra, traiciones… pero todo está equilibrado. También se intercalan momentos cómicos, o reflexivos, para que el lector respire y se relaje.

Hamlet es tan buen actor que a veces logra confundir incluso a los lectores. En algunas escenas yo misma no tenía claro si realmente estaba fingiendo, o se había vuelto loco realmente.

Estos son unos pocos ejemplos de la genialidad que supone Hamlet. Antes de su estreno no se había escrito ninguna obra en la que los personajes tuvieran una personalidad tan definida. O en la que el lenguaje se utilizara con tanto ingenio. Shakespeare fue un pionero, en cierto sentido.

Por supuesto que Hamlet también tiene algunos defectos.

No me ha gustado cómo resuelve el autor algunas situaciones. Por ejemplo, lo de Rosencrantz y Guildenstern en el viaje a Inglaterra no es creíble. Lo mismo pasa con alguno de los ataques de ira de Hamlet, cuando se supone que está de incógnito. O con algunos saltos temporales que no resultan coherentes. 

Y sin embargo, esos detalles son minucias sin importancia, en comparación con todas las innovaciones técnicas que supuso este texto.

Yo he disfrutado enormemente con esta lectura, aunque no es mi obra favorita de Shakespeare. Os la recomiendo sin ninguna duda.

¿Qué opináis vosotros? ¿La habéis leído? ¿ Os parece interesante? Espero vuestros comentarios.

Por hoy me despido, nos leemos la próxima semana.

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