Los cuentos de Ernest Hemingway no se leen, sino que se viven. Oyes rugir al león en plena cacería; hueles la pólvora y la sangre en distintas batallas, en distintos países; saboreas el miedo, la rabia y la soledad, tan densos que parece que puedes masticarlos. Estas letras están vivas, te transportan a paisajes increíbles, te sumergen en las emociones de los personajes, y pueden cambiar tu forma de percibir la Literatura.
Para mí, los cuentos de Hemingway han sido una experiencia que ha marcado un antes y un después en mi vida lectora.
El talento de este autor para crear una atmósfera con muy pocas palabras es tan increíble como su capacidad de escribir diálogos que inquietan, emocionan, o repugnan, pero inevitablemente atrapan. De hecho, algunos de los relatos consisten enteramente en un diálogo, y resultan realmente interesantes además de originales. Para mí el mejor ejemplo es Colinas como elefantes blancos, un cuento que cualquier aspirante a escritor debería no ya leer, sino estudiar en profundidad.
Su dominio de la técnica narrativa es impresionante, pero eso no basta para explicar cómo consigue capturar la atención del lector.
Nunca me había pasado esto con ningún otro escritor, pero Hemingway ha sido capaz de mantenerme enganchada a un relato en el que no pasa nada. Un hombre solo se va de acampada y pesca en el río. No hay más, esa es toda la historia. Si lo miro objetivamente, pienso que debería sentirme estafada. Sin embargo, todavía no sé explicar por qué, pero he disfrutado tanto de la atmósfera, el paisaje, la paz que transmite el protagonista, la sencillez de ocuparse solamente de las necesidades más inmediatas y la paciencia que requiere la pesca, que al terminar de leer este relato me sentí incluso físicamente relajada. Ese es el poder de la prosa de Hemingway.
No todos estos cuentos me han gustado.
Hay algunos que he leído completos y me han decepcionado, por distintos motivos.
A veces la historia en sí no me resultó interesante, porque ni me enseñó, ni me hizo sentir nada. Y es que por muy genial que sea un escritor (y Hemingway lo era, sin ninguna duda), eso no significa que no pueda escribir algo aburrido.
Otras veces no me ha gustado cómo se ha tratado el tema, por ejemplo en Hoy es viernes, donde vemos a los soldados romanos que han participado en la crucifixión de Jesús charlando mientras se emborrachan. Este relato podría haberme gustado, porque el punto de vista es original. De hecho, si hubiera sido mi primer cuento de este autor lo habría disfrutado. Pero en comparación con otros que hay en este mismo libro, me sorprende que se trate el tema de forma tan superficial, me esperaba algo más profundo.
También están los cuentos que hablan del mundo del toreo, un tema que me repugna absolutamente. Me forcé a leer alguno de ellos, pero me resultaron tan desagradables que los demás directamente me los salté sin más.
Hay que señalar que algunos de los relatos de este libro son bastante crudos. Hemingway no tenía reparos en presentar claramente todas las facetas del sufrimiento, tanto físico como emocional. Hay actos crueles, escenas que dan asco, una violación, sangre y vísceras, cuerpos torturados y vidas destrozadas. Yo normalmente huyo de este tipo de escenas, porque soy hipersensible y sufro mucho con ellas. Pero en este caso me ha merecido la pena leerlas.
Los cuentos de Ernest Hemingway tratan de temas diferentes, y nos trasladan a países y épocas muy distintos.
Se habla de cacerías, relaciones entre padres e hijos, corridas de toros, drogas, relaciones de pareja (que no amor, no hay ninguna historia de amor verdadero), apuestas, carreras de caballos o combates de boxeo.
A veces ese es el tema del cuento, como por ejemplo en Cincuenta de los grandes, un relato que me gustó mucho más de lo que me esperaba y que describe en todo detalle los días previos a un combate de boxeo decisivo, cómo se siente el protagonista, y también la pelea y sus efectos. Un tema que en principio no me llamaba la atención, pero narrado de una forma realmente interesante.
Otras veces ese tema, por ejemplo el de la cacería, es simplemente el escenario en el que los protagonistas lidian con sus conflictos más profundos.
La breve vida feliz de Francis Macomber narra muy vívidamente (demasiado para mi gusto) cómo eran las matanzas de leones y búfalos en África. Cuando lo empecé me resultó tan repugnante que estuve a punto de no acabarlo y pasar al siguiente. Pero no pude. Porque este cuento habla del miedo, de las relaciones de pareja, de lo que pasa cuando se pierde el respeto por uno mismo, de corrupción, de racismo, y de cómo los ricos americanos trataban a los indígenas durante las cacerías. Todo eso, tratado en profundidad, en poco más de cuarenta páginas. Es un texto magistral.
El tema más frecuente en este libro es la guerra, que se aborda desde diferentes puntos de vista.
Hay relatos muy breves, que no llegan a una página, dedicados a una escena concreta: un tiroteo, un ahorcamiento, o lo que sufre la población civil. Por ejemplo, El viejo en el puente, que me emocionó y me dio mucha pena.
También se habla de los efectos que produce la guerra en los soldados, como en Ahora me acuesto, un cuento en el que el protagonista nos cuenta lo que piensa por las noches, cuando no puede dormir. Esta historia me gustó mucho, la recomiendo. También está La patria del soldado, que es uno de mis favoritos, porque vemos la vuelta a casa de un soldado al que la guerra le ha arrebatado totalmente la capacidad de amar.
Este libro contiene cuentos sencillos, que no han pasado a la historia, pero que a mí me han gustado más que algunos de los famosos.
Campamento indio, por ejemplo, habla de un parto complicado, y de cómo se enfrenta el padre a la impotencia de ver sufrir tanto a su mujer. Es muy corto, la historia no es nada excepcional, pero a mí me impactó. Supongo que será algo personal.
Relato banal me parece una absoluta genialidad. Resume el espíritu del siglo veinte en unas pocas páginas, simplemente comentando un anuncio y un par de noticias del periódico.
Un lugar limpio y bien iluminado trata de forma muy bonita el tema de la soledad. Habla también de la vejez, con algunas reflexiones que me han dejado huella.
Esta recopilación incluye, por supuesto, los dos cuentos más conocidos de Ernest Hemingway:
Los asesinos es una buena historia, sin duda. La tensión narrativa crece rápidamente y se mantiene durante todo el relato. Los personajes están muy bien caracterizados y el final sorprende. Sin embargo, no me ha parecido excepcional, tal vez porque tenía las expectativas demasiado altas. Hay otros cuentos en este libro que me han gustado más.
Las nieves del Kilimanjaro sí que me ha dado mucho, más de lo que esperaba incluso. Este cuento es absolutamente perfecto.
En él compartimos las últimas horas de vida de un escritor, que sabe que se está muriendo. No puedo ni quiero decir más sobre él, este relato hay que leerlo para poder disfrutar de las imágenes que evoca, las reflexiones que contiene y sobre todo los sentimientos que provoca. Además, contiene la mejor escena de muerte que he leído en mi vida. Es sublime, de verdad, no os lo perdáis.
Os recomiendo muchísimo la lectura de los cuentos de Hemingway. Yo he leído el recopilatorio de la editorial Lumen, pero si no lo encontráis seguro que en vuestra librería o biblioteca tienen los cuentos por separado. Si os gusta leer, los disfrutaréis. Si os gusta escribir, esta lectura es obligatoria para aprender técnica y estilo.
Y si os quedáis con ganas de más, podéis leer mi reseña de ¿Por quién doblan las campanas?, otra auténtica maravilla.
¿Qué opináis vosotros? ¿Habéis leído alguno de estos cuentos? ¿Os apetece darles una oportunidad? Espero vuestros comentarios.
Por hoy me despido hasta la próxima entrada. Un saludo a todos, y seguid disfrutando de la lectura.
Genial. Me gusta tu estilo y sobre todo porque es autenticamente tuyo. Se ve. Gracias. A mí me encanta Ernest Hemingway.