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Érase un río – Bonnie Jo Campbell

Érase un río es una historia extraña e incómoda, muy distinta a lo que suelo leer. Sin embargo, me atrapó desde las primeras páginas.

¿De qué trata?

Margo Crane, una chica de dieciséis años, es causa y testigo de la muerte violenta de su padre. Esa misma noche se escapa con su lancha, y remonta el río, en busca de su madre. Pero el camino está lleno de hombres peligrosos, a los que tendrá que enfrentarse si quiere seguir siendo ella misma.

La ambientación de esta novela es perfecta.

Margo ha vivido siempre junto al río, y nunca se alejará mucho de él.

“Se imaginó a las serpientes de agua y las culebras negras dando vueltas en torno a sus piernas. En lugar de sentirse atrapada por el río, que podía congelarla o ahogarla, experimentó una intensa y dolorosa sensación de libertad”.

La atmósfera acuática impregna toda la narración. Pero también los refugios temporales que encuentra la protagonista, y la dureza de la gente con la que coincide, están descritos de forma muy vívida.

El mundo de Érase un río es salvaje.

Hay momentos en los que el estilo me recuerda a una película del oeste, lo que es extraño, porque la historia transcurre en la actualidad. Hay fábricas, servicios sociales y traficantes de metanfetamina.

Supongo que pienso en un western por los comentarios sobre los nativos americanos, la vida de fugitiva de Margo y las frecuentes menciones a Annie Oakley. Leer cómo Margo dispara, caza, desolla y destripa a sus presas me remite también a esa época. En cualquier caso, mientras leía Érase un río sentía la misma tensión que cuando vi Río Bravo.

Margo Crane es un personaje inolvidable.

Me gusta mucho cómo la autora narra su evolución: aunque el texto está escrito en tercera persona, incluye el monólogo interior de la protagonista. Hay una escena en la que esto es imprescindible para poder entender su reacción:

«Estaba segura de que esta era la mejor defensa que tenía contra el frío del invierno, la mejor manera de asegurarse de que no la entregarían a los servicios sociales. La mejor forma que tenía a su alcance, ahora que no podía aguantar estar sola en la cama». 

Margo aprende muy pronto que su cuerpo es el precio a pagar para sentirse a salvo. Pero no siempre que practica el sexo es por obligación o por necesidad. Ella también desea a algunos hombres, y no duda en satisfacer sus apetitos cuando y donde quiere.

Érase un río no es la típica novela de crecimiento.

Pero en cierto sentido, sí que se podría entender así, porque la Margo Crane del final es muy diferente de la que conocemos en las primeras páginas. Tras enfrentarse a la violencia, el abandono, la muerte y algunas decepciones muy dolorosas, se transforma en una mujer impresionante.

Lo que más me gusta es que no se vuelve cínica, ni se encierra en sí misma. A pesar de todo, sigue conservando un fondo de bondad. No juzga, ni siquiera a su madre; es más, respeta el derecho de cada persona a vivir como le haga feliz. Incluso cuando eso implica consecuencias negativas para ella.

» La gente piensa que es lo peor que se puede hacer, abandonar a un hijo, pero creo que hay cosas peores, como quedarse y arruinar tu vida y la de tu hijo en el proceso».

Algunas escenas de Érase un río me resultaron muy molestas.

Cuando la protagonista tiene que abandonar su segundo refugio, empieza una parte de la novela que, en mi opinión, se podría eliminar. No me parece coherente cómo actúa Margo, y además, sobran páginas. Ese vagabundeo me resultó demasiado largo y pesado. Podría haber ido directamente a visitar a su familia, sin los pasos previos. Tampoco me gusta su intención de someterse y volver a vivir con ellos, porque no me parece propia de su carácter.

Ya sabéis que a mí me gusta decir siempre lo bueno y lo malo de todos los libros que reseño, aunque me gusten.

Esta novela me ha ha encantado.

Al principio me sedujo la forma de vida de los personajes. La rama legítima y la rama bastarda de la familia, que viven frente a frente, separadas por el río. Los primos crecen juntos, todos se reúnen para celebrar Acción de Gracias, los mayores enseñan a los niños a disparar y a cazar… la típica familia estadounidense, versión rural. Para mí resulta exótico, porque no estoy acostumbrada a leer ese tipo de escenas. Pero enseguida me sentí como si estuviera realmente allí, con ellos.

Cuando empezó la parte dura de la historia, yo ya había empatizado tanto con Margo y su padre que, más que leerla, percibía su soledad, su desconcierto y sus dudas. Por eso me dolió cada golpe que recibe la protagonista, y celebré tanto cada uno de sus triunfos. El viaje de Margo Crane ha sido para mí una montaña rusa emocional, a la que me alegro mucho de haberme subido.

Algunos momentos de Érase un río son sorprendentemente tiernos.

«Se había aferrado a ella durante todas las pruebas a las que se había enfrentado, y esta mañana era probable que incluso le hubiera salvado la vida. Margo le había abierto todas las puertas de salida, pero él se había quedado, y ahora ella no podía dejar que muriera».

No todas las experiencias de Margo son malas. A pesar de todo, sigue habiendo esperanza, y personas decentes; aunque a veces hay que traspasar todas sus barreras para descubrir que esconden un gran corazón.

Normalmente dedico un apartado de la reseña a analizar a los personajes. Esta novela es diferente, porque todo se centra en la protagonista, y los demás personajes son secundarios. Por eso es tan difícil hablar de ellos sin destripar la trama. Pero os aseguro que son secundarios de lujo, sobre todo Smoke y Luanne.

En definitiva, Érase un río es una experiencia lectora que os recomiendo mucho. Espero que os animéis a disfrutarla, porque hay pocas protagonistas tan especiales como Margo Crane.

Como este libro apenas está en librerías, os dejo la web de la editorial Dirty Works. por si os apetece leerlo.

¿Qué opináis vosotros? ¿Conociáis esta novela? ¿Os apetece darle una oportunidad? Espero vuestros comentarios.

Por hoy me despido con un abrazo para todos. ¡Leed mucho!

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