Las cinco mujeres es un excelente trabajo de documentación histórica. Consiste en la biografía detallada de cada una de las víctimas de Jack el Destripador.
El objetivo principal de la autora es devolver la dignidad a las asesinadas.
Sir Charles Warren, comisario jefe de la policía metropolitana, dio una orden muy clara: no se puede afirmar que una mujer es prostituta si ella misma no se define como tal, o si no hay pruebas de que haya sido detenida por ejercer esa profesión. Sin embargo, los policías, jueces y periodistas que investigaron los crímenes actuaron según sus prejuicios.
La idea de que las víctimas eran «solo prostitutas» perpetúa la creencia de que hay mujeres buenas y malas. Subyace la idea de que si una mujer se sale de la norma, alguien tiene que ponerla en su sitio. Ya en la época hubo personas «honradas y decentes» que se mostraban abiertamente a favor del asesino:
«Él, en cualquier caso, ha hecho su contribución para resolver el problema de limpiar el East End de sus viciosos habitantes».
El hecho es que Jack el destripador ha pasado a la historia como un personaje mítico. Su figura se usa como reclamo turístico, hay incluso un cóctel con su nombre, y todo el mundo ha oído hablar de él. Por el contrario, las mujeres a las que mató fueron denigradas por la opinión pública tras su muerte y todavía hoy no son más que una cifra. Hallie Rubenhold les devuelve, por fin, la condición de seres humanos con su propia historia, y el respeto que merecen.
El día a día en la época victoriana.
Lo que más me ha gustado de este libro es que retrata minuciosamente cómo era la vida diaria en el Londres de 1888. Describe las viviendas, las relaciones sociales, cómo era la vida de los vagabundos y los trucos que usaban, las normas que regían los asilos para pobres, el uso de las bebidas alcohólicas como medicamentos y los problemas que eso conllevaba… Todo está contemplado, hasta el más mínimo detalle.
Un tema especialmente interesante es el de la educación. Aunque la escolaridad no fue obligatoria hasta 1876, los padres más prósperos de clase trabajadora solían enviar a sus hijos varones (a veces también a alguna de sus hijas) a escuelas locales, generalmente de caridad. En las familias asociadas al oficio de la imprenta la escolarización era fundamental. Algunos patronos, como los principales editores de la época, ofrecían escolarización a niños menores de quince años en sus propias fábricas, e incluso poseían una biblioteca de préstamos. También los hijos e hijas de militares y los menores refugiados en los asilos estaban obligados a asistir a clase, aunque aprendían distintas habilidades en función de su sexo.
Las cinco mujeres aporta también muchos datos sobre las condiciones laborales de la época.
Por ejemplo, la autora nos explica cómo era el trabajo en una fábrica de hojalata, y la creación (en 1834) del primer sindicato de hojalateros. También nos muestra la situación de los militares, y el día a día de un buhonero, vendedor de baladas y libros de cordel.
Otra profesión que analiza con detenimiento es el comercio sexual; no solo el profesional, sino también las actividades esporádicas de algunas mujeres que no tenían más remedio que someterse a los abusos de un hombre a cambio de su protección. Además, gracias a este ensayo he descubierto que existió una red de trata especializada en enviar mujeres inglesas a burdeles de Francia y Bélgica.
Esta lectura invita a una reflexión profunda.
Las víctimas no nacieron en la marginalidad, tenían un techo y personas a las que recurrir. Pero el miedo, la extrema pobreza, la violencia familiar y unas leyes injustas truncaron sus vidas. Es muy triste comprobar que estas muertes podrían haberse evitado; pero lo peor es que hoy en día seguimos permitiendo que las desigualdades de género, económicas, sociales y educativas definan nuestra sociedad.
El ensayo está muy bien escrito.
Tras leerlo, tengo la sensación de que conozco y entiendo a cada una de estas cinco mujeres. No son personajes sino personas reales, porque Hallie Rubenhold muestra también sus defectos y sus errores, sin idealizarlas. El texto fluye como una novela, atrapa porque la redacción es sencilla, directa y tiene un ritmo ágil.
El tono general es informativo, documental, y eso es precisamente lo que me ha hecho empatizar tanto con las protagonistas. Por eso me molestan mucho algunos párrafos en los que la autora deja de lado su objetividad y presupone qué debieron sentir o pensar las víctimas en ciertos momentos. Por suerte eso pasa en muy pocas escenas y el ensayo es realmente interesante, así que he disfrutado muchísimo con su lectura.
¿Qué opináis vosotros? ¿Habéis leído estas biografías? ¿Os apetece darles una oportunidad? Espero vuestros comentarios.
Por hoy me despido con un abrazo para todos. ¡Leed mucho!